La Fortaleza de una Madre: De la Incertidumbre a un Nuevo Comienzo

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En El Programa Hispano Católico (EPHC), celebramos historias de éxito: familias que logran una vivienda estable, niños que prosperan en la escuela y personas mayores que encuentran conexión. Pero también sabemos que muchas familias aún están en camino hacia esos momentos, construyendo estabilidad, sanando traumas y dando pasos valientes cada día.

Hoy compartimos la historia de Lucía, una madre cuyo camino sigue desarrollándose y cuya fortaleza brilla incluso en los capítulos más difíciles. Estamos profundamente agradecidos por su generosidad y valentía al elegir compartir su historia con nosotros.

Un Viaje a los Estados Unidos

Lucía se describe como una mujer tranquila y alegre, alguien que suele sonreír incluso cuando está sufriendo por dentro. La inestabilidad política y económica en su país de origen la dejó sin otra opción más que huir en busca de seguridad y de un futuro para sus hijos. Cuando llegó por primera vez a Estados Unidos, ya había sobrevivido a uno de los caminos más peligrosos del mundo. Cruzó la selva sola con sus dos hijos, su comida, y su ropa. “Éramos solo mis hijos, yo y Dios.”

Al llegar a Estados Unidos, los obstáculos continuaron en Denver, era difícil encontrar trabajo. Ella y su pareja escucharon que podría haber más oportunidades en Oregon, así que vinieron, quedándose primero con familiares y luego en albergues. Eventualmente, su familia perdió su vivienda y comenzó a dormir en su carro.

“Nunca imaginé vivir eso… Estar en la calle con mis hijos fue muy duro.”

Encontrando una Comunidad que Hablaba Su Idioma

Una amiga que también había estado en crisis le dijo a Lucía que llamara al 211. A través de esas llamadas, fue referida a EPHC. Así fue como finalmente se conectó con una gestora de casos que hablaba español y podía realmente escucharla.

Poco a poco, más apoyo comenzó a rodearla: personal que le ayudó a navegar opciones de albergues, encontrar comida y explorar recursos para permisos de trabajo y herramientas para sus hijos. Cuando uno de sus hijos fue diagnosticado con tuberculosis y su familia fue expulsada abruptamente de un albergue, e incluso rechazada en una cita médica, se sintió tratada “como si no valiéramos nada”. Llamó a su gestora de casos llorando.

Su equipo en EPHC la ayudó a abogar, a entender información médica y a encontrar un hotel donde pudiera cocinar para sus hijos mientras esperaban los resultados. “Mis niños estaban felices porque podía cocinarles”; en los albergues no podía cocinar y tenían opciones limitadas de alimentos nutritivos. “No querían irse [del hotel].” Incluso algo tan básico como poder hacer arepas de nuevo se convirtió en un acto de cuidado, dignidad y sanación.

A través de cada dificultad-mudanzas repentinas, reglas confusas y largas listas de espera, Lucía encontró apoyo en EPHC. Llamaba cuando necesitaba ayuda para entender cartas, cuando se sentía abrumada por el sistema y cuando sentía que ya no podía más. Su gestora de casos la tranquilizaba una y otra vez, recordándole que estaba sola y momento llegaría.

Una Llamada Largamente Esperada

Después de meses de incertidumbre, Lucía finalmente recibió una llamada: su solicitud para un apartamento había sido aprobada. Al principio hubo una confusión; alguien en el albergue le dijo que había sido rechazada, y sus hijos lloraron de frustración. Lucía comenzó a hacer llamadas, incluido el personal de EPHC, tratando de entender qué había pasado.

Unos días después, recibió la noticia oficial: su vivienda sí había sido aprobada.

Recordó el momento en que firmó el contrato: “Me dijeron: ‘no te ves feliz…’. Yo sí estaba feliz, pero mi corazón seguía pesado por todo lo que estaba pasando con mi hija.” Aun con ese peso, sabía que este era una etapa clave para su familia.

Cuando recibió las llaves del apartamento, sus hijos saltaron:

“¡Mami, vamos a empacar! ¡Vámonos!”

Se mudaron ese mismo día. Durante una semana durmieron en el piso mientras esperaban los muebles, pero a Lucía no le importaba. Esa primera noche hizo arepas en su propia cocina. Sus hijos estaban tan felices que seguían pidiendo más.

Después de meses en albergues donde no podía cocinar y de navegar sistemas médicos complejos, poder estar en un lugar cálido, preparar comida familiar y sentarse a comer juntos se sintió como una victoria mucho más grande que una simple comida. “Solo queríamos salir del albergue, queríamos un hogar.”

Trauma, Adolescencia y Un Camino que Continúa

Hoy, Lucía está profundamente agradecida de tener vivienda estable, y ahora su enfoque en sus niños toma una nueva prioridad. Se preocupa por su hija, quien tiene doce años y está pasando por una etapa muy difícil y rebelde. Su hijo también está comenzando a seguir el ejemplo de su hermana.

Lucía entiende que todo lo que han vivido-el viaje peligroso por la selva, las noches durmiendo en el carro, ser movidos de un albergue a otro, ser rechazados en espacios médicos por miedo y estigma… ha dejado huellas profundas. Ese trauma no siempre se manifiesta como tristeza; a veces se ve como enojo, resistencia o negarse a ir a la escuela.

Lucía es honesta sobre dónde está. No siente vergüenza; está pidiendo ayuda en voz alta y con valentía. “Quiero gritarlo al mundo […] necesito ayuda con mi hija. No quiero que esto se salga aún más de control.”

Ahora que Lucía y sus hijos tienen un hogar, sus metas son claras: encontrar trabajo estable para pagar su propia renta, ayudar a sus hijos a mantenerse en la escuela y ahorrar lo que pueda para algún día reunirse con el resto de su familia. Su gestora de casos y EPHC seguirán acompañándola en este nuevo capítulo.

Un Mensaje para Otras Familias

Incluso en sus momentos más difíciles, el amor de Lucía por sus hijos es lo que la sostiene.

“Mis hijos son los que me impulsan. No quiero que me vean rendirme. Quiero que vean que tienen una mamá fuerte.”

A otros padres en crisis, les ofrece este mensaje:

  • Ten paciencia. “A veces parece que nadie quiere ayudar, pero hay muchos casos, y algunos son peores que el nuestro. Tu momento llegará.”
  • Confía en el proceso. “Al principio pensé, no quieren ayudarme. Ahora entiendo que no era mi momento todavía. Pero el apoyo sí llegó.”
  • No estás sola/o. Incluso ahora, con su propio apartamento, sabe que puede seguir llamando a su gestora de casos. “Ese apoyo no termina cuando recibes vivienda […] y los llevo en mi corazón.”

La historia de Lucía no termina aquí. Es una historia evolucionando: la historia de una madre que cruzó una selva, vivió afuera con sus hijos, navegó albergues donde ni siquiera podía cocinar para ellos, y ahora está construyendo una nueva vida poco a poco.

Su camino también nos recuerda los estigmas dañinas que a menudo se imponen sobre las familias inmigrantes y latinas: estigmas que ignoran las barreras estructurales, el trauma y la valentía detrás de sus experiencias. En EPHC, desafiamos esas narrativas honramos la dignidad, la fortaleza y la humanidad de cada familia que viene a nuestras puertas.

Nota:
Por motivos de confidencialidad, hemos cambiado el nombre en esta historia para proteger la identidad de la participante.

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